Aterrizamos en el aeropuerto de Gran Canaria y, como nos habían prometido, ahí estaba nuestro coche de traslado esperándonos. Fue un alivio saber que aunque era tarde, no íbamos a tener problema para hacer el check-in: la recepción está abierta las 24 horas.
Nada más pisar las instalaciones del Hotel Abora Buenaventura, ya supimos que habíamos escogido el mejor lugar para pasar nuestras vacaciones. La atención del personal, la decoración colorida y divertida y el grato sonido de las risas de fondo nos decían claramente que, en ese preciso momento, comenzaba una experiencia que no olvidaríamos jamás.
Llegamos a la habitación con la intención de descansar, pero nos fue imposible, a pesar de las cómodas camas y el ambiente acogedor que reinaba en ellas, el balcón, con unas increíbles vistas, nos impulsó a la aventura de ir a dar un paseo por Playa del Inglés. Una localidad turística heterogénea y llena de vida donde degustar una gastronomía local repleta de sabores con mucho carácter, realizar actividades acuáticas o descubrir alguno de los coquetos pueblos pesqueros que rodean la costa.
Además, el hotel cuenta con una exquisita y amplia oferta de servicios, como alquiler de coches, para que puedas recorrer la isla como más te plazca; wifi gratuito de alta calidad, para que puedas compartir cada momento de tus vacaciones; e incluso un servicio de niñera, ¡nos quedamos bastante impresionados!
A la mañana siguiente, y después de dormir plácidamente, descubrimos un universo rebosante de vida y diversidad: espacios especialmente diseñadas para las familias, incluyendo una zona acuática infantil con un área de juego independiente; grandes y espaciosas piscinas en las que nadar y refrescarse del cálido sol de las Islas Canarias; y lugares exclusivos para mayores de 18 años, en los que el sonido del jacuzzi era lo único que se podía escuchar.
Fue una explosión de diversión las actividades que hicimos durante el día. Durante la noche, la música tomó el mando y, después de una cena temática deliciosa, un último brindis antes de acostarnos fue el broche perfecto para nuestras primeras 24 horas de vacaciones en el Hotel Abora Buenaventura.